lunes, 21 de diciembre de 2009

EL LEÓN DEVORÓ SU PRIMER TÍTULO

En otra etapa de la vida vinculado al fútbol, Leonel Álvarez regresó a su vida original, la misma que lo catapultó como un caudillo en la cancha y un muro de contención contra el ataque rival. Con las ganas, liderazgo y tendencia hacia el ataque, el León anda suelto cazando el fútbol que debe tener el balompié colombiano.


Juan Camilo Gallego Castro
jcamilogallego@gmail.com
Y todo el estadio cantó ‘Leonel, Leonel’. Llevó alegría al pueblo y regó de gloria el sueño del Medellín. Su cabello, cuan mitológico como el de Sansón o Jesús, conserva su elegancia y reconocimiento de décadas. Llegó de Remedios, Antioquia, un municipio del Nordeste antioqueño, pero para el recuerdo futbolero, su cabello, no tan largo como ahora, fue creciendo como el talento. Y en el Barrio Pablo Sexto, en el Nororiente de la ciudad, fue visto como una joven promesa.
Algunas canas se vislumbran en su cabellera, ya son 44 años, y de ese auténtico corte de cabello que recuerda la década del 80, Leonel conserva la autenticidad.
En el barrio Pablo Sexto, ese flaquito mostraba que tenía carácter y capacidad de jugar el fútbol profesional. Arturo Villegas, un veterano en la casa de talentos para el Independiente Medellín, lo eligió.
“Humberto Hernández, un profesor de él, me lo recomendó, me dijo que fuera a ver jugadores y yo lo escogí allá”, recuerda Alirio Álvarez, trabajador del DIM desde 1956. “Con solo verlo una vez me lo traje”, agrega este hombre de 74 años.
Siempre quiso jugar en el Medellín. Leonel sólo estuvo un año con Arturo Villegas, pues pasaría a manos de Alirio Álvarez. Él si tendría la oportunidad de tener a ese muchacho entre 1979 y 1983. Se recuerda que estuvo en equipos de Liga como Creaciones Crack y Apuestas la 53, pero al final de la temporada de 1983 llegó al DIM y debutó ante Deportes Caldas.
Al año siguiente, con más categoría y experiencia, ya era un león en la mitad de cancha. Los jugadores peruanos del DIM que se fueron de vacaciones, llegaron en 1984 y encontraron a un muchacho llamado Leonel de Jesús Álvarez Zuleta dueño de un medio campo, consolidado y seguro, como lo sería siempre.
Tanto aprendió como jugador que el tiempo que pasó desde que jugara con el Quindío, hasta que se vistió de asistente técnico en el Deportivo Pereira, al lado de Hugo Gallego, pareciera que no hubiera existido. Se preparó en el Centro de Alto Rendimiento de Barcelona, España, y fortaleció su liderazgo a un lado de la cancha.
Su condición física muestra que todavía puede manejar el medio campo de un equipo. Aunque a veces muestra intenciones de meterse a la cancha para aportar con sus ganas, la verdad es que con su fuerte voz y esos silbidos que significan un orden táctico del equipo en la cancha, no hay necesidad de que el león vaya a devorar rivales.
Siempre demostró ser un líder, diría Alirio Álvarez, el segundo técnico de Leonel, porque “era un caudillo, un líder que suplía sus deficiencias técnicas con ese ímpetu, con esa berraquera”.
No eran tan bueno con su pierna izquierda y el cabeceo, pero construía un muro antes de que llegaran los rivales. Ellos chocaban con esa fuerza que aún inspira el fuerte Leonel.
Si bien fue un creador de ideas en el ataque, en el fútbol profesional lo conocimos como un rompedor de ilusiones, de jugadas y gambetas. Primero soñó con jugar en el Medellín y, como todo futbolista, añoró estar en una liga europea.
Pasó por equipos como Independiente Medellín, Atlético Nacional, América de Cali, Real Valladolid (España), Dallas Burn (Estados Unidos), Veracruz (México), New England Revolution (Estados Unidos), Deportivo Pereira y Deportes Quindío. De cada técnico aprendió, con cuidado comprendió que además de conocimiento táctico, su liderazgo le podía aportar cuando continuara en la dirección técnica de un equipo.
Rodeado de Francisco Maturana, Hernán Darío Gómez, Hugo Gallego, Hugo Castaño, Santiago Escobar y Julio Comesaña, era suficiente para hacer escuela. Jorge Osorio Ciro habló con Leonel, lo propuso como asistente técnico interino y a la salida de Santiago Escobar, el 'León’ tuvo el mundo entero a su disposición. Ordenó a las gacelas en los costados y los caballos en la defensa. A cada uno de los jugadores cualificó sus funciones y para su sorpresa salió campeón.
A ese niño tímido, longilíneo y de cabello largo, el carácter lo forjó como ese caudillo que tiene como objetivo atacar, usurpar y amenazar. Así es el juego que planteó con el Medellín. El 'León’ hizo de las suyas y organizó las funciones de la selva. Impuso su ley y cazó el sueño que tuvo de niño: ser campeón con el Medellín.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

EL 'CAIMÁN' ELIGIÓ SER UN ZAMORA

Juan Camilo Gallego Castro
jcamilogallego@gmail.com




Efraín quería ser un cantante tan famoso como Carlos Gardel o un arquero tan reconocido como el español Ricardo Zamora.
“Ese era un pedido que le había hecho a la Virgen del Socorro siendo muy niño, y se confirma en el Campeonato Mundial de Chile en 1962. Un crítico español me citó en el libro de Chile de 1962: “Efrain ‘el Caimán’ Sánchez, el Zamora latinoamericano”, recuerda desde Bogotá, a sus 82 años, Efraín Sánchez. En ese Mundial se cumplió su sueño.
Antes, en 1948 cuando es contratado por el San Lorenzo de Argentina, Efraín se convirtió en una estrella igual o más importante que los foráneos que actuaban en el naciente Fútbol Profesional Colombiano. Luego, cuando jugaba con equipos como Millonarios, Junior, América, Cali y Santa Fe, su llegada al Estadio San Fernando, ubicado en Itagüí, era una fiesta. Los aficionados de la ciudad recibían en ese antiguo hipódromo al mejor arquero colombiano de las primeras décadas del fútbol naciente. Su éxito se debió a la dirección que tomó muy joven. O sería su voz la que lo llevaría al éxito o, sin duda, sus reflejos y sus brazos los que lo convertirían en mito viviente.

Cantante o arquero
Al parecer su voz no era la mejor para reemplazar a Carlos Gardel, según su profesor Pedro Biava, que pretendía conformar el orfeón de Barranquilla. La voz del muchacho no era la que necesitaba para ese coro el maestro, pues en el Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si, Do, Efraín tendría más facilidad de romper oídos que de encantarlos.
Como arquero las cosas fueron diferentes. “Cuando yo tenía siete años, en 1934, compraba los caramelos y de 10, uno era de Ricardo ‘el Divino’ Zamora, uno de los más difíciles de conseguir”, recuerda con emoción el ‘Caimán de Boedo’, como fue apodado este colombiano cuando militó en San Lorenzo de Almagro. Ya se había definido por el ‘football’ y sus primeros balones los atajaría en Barranquilla, sin guantes y quemando las palmas de sus manos y sus pies, pues la tierra caliente incitaba a despegar los pies lo más rápido posible del suelo.
Su carrera estuvo a punto de finalizar cuando su rodilla se rompió con apenas 17 años. Para esta época, seis meses es el tiempo previsto para una lesión de ese tipo, pero para la mitad del siglo pasado, ese problema podía derivar en el retiro o en un largo tiempo de recuperación.
“La lesión que tuve fue supremamente grave, tuve la suerte de que en el momento preciso que tuve la lesión en la rodilla, recibí una información de uno de mis entrenadores, Severiano Lugo, jugador de Colombia en el 38 en Juegos Bolivarianos. Apareció la penicilina y trataron de sacarme toda la materia de una inflamación gigantesca. Me dieron ocho meses de inactividad. La penicilina la inyectaron dentro de la rodilla, me alcanzó a limpiar y me dieron ocho meses de incapacidad.
Pero a los cinco meses, ya aburrido, me fui a entrenar en el Romelio Martínez y volví otra vez, no sentí absolutamente nada, y comencé a seguir entrenando. De ahí comencé el hábito con el entrenamiento permanente de martes a viernes y se consolidó la rodilla”, confirma Efraín.
“No tuve suerte como cantante, pero como arquero alcancé la ilusión de mi vida y esose lo agradezco a la Virgen del Socorro”. ‘El Caimán’ se convirtió en el mejor arquero colombiano en muchas décadas y hoy no deja de olvidar la Argentina en la que vivió y las ciudades y países que recorrió cuando era futbolista. Aquella época pasada, cuando eran tan importantes como el sacerdote de la ciudad y tan bohemios y atractivos para las mujeres.

Llegó el amor
A los 12 años, Efraín ya miraba en el Barrio Olaya Herrera a una muchacha llamada Xiomara. “Ella vivía en la calle 68 y 67 y yo en la 67 y 68 en Barranquilla. De muchacho empecé a pasar por el frente de su casa y le hacía un saludo. Al principio no me paraba muchas bolas, después duré siete años de amores. Los primeros tres años de amores fueron de pura señita y eso”, cuenta con emoción los inicios de esa pareja que tiene 60 años de matrimonio y seis hijos.
“Ahora voy a cumplir 61 años con ella, toda la vida detrás de ella. Gracias a Dios hemos conformado un hogar muy bonito con seis hijos y también estoy disfrutando de esa alegría de un matrimonio, porque a Xiomara aún la sigo queriendo, la sigo amando”, asegura con rectitud el barranquillero que nació un 27 de febrero de 1927.

Hasta que llegó a Medellín
Efraín ya había recorrido el país jugando y dejando sus atajadas fotografiadas en la memoria de los futboleros de la época, hasta que llegó al Independiente Medellín.
Fue campeón en dos ocasiones, no sufrió lesiones, dejó grandes amigos y pasó de ser mito para convertirse en un deseo. En 1955 y 1957, el experimentado ‘Caimán’ celebró con el equipo de la camiseta que no se destiñe, los primeros campeonatos del equipo más antiguo de la ciudad, luego del Sporting F.B.C.
“Yo pienso que uno de los mejores momentos en mi carrera deportiva la realicé en el Independiente Medellín, especialmente en 1955, cuando salimos campeones y tuve la oportunidad de jugar todos los partidos del campeonato como en 1957.Y recordar esos tiempos de los hermanos Arriola, de Larry, de ‘Chano’ Villa, de Antonio Patiño y de muchos directivos importantes que estuvieron muy pendientes de nosotros”, recuerda Efraín, pues hacía mucho tiempo no llevaba su memoria al Estadio Atanasio Girardot, el mismo escenario que tenía tan solo dos años cuando él llegó a volar en busca de una pelota.
Aunque es difícil evitar traer a la memoria a José Manuel Moreno, ‘el Charro’, aquel argentino bohemio que bebía y se emborracha hasta la madrugada y los domingos daba clases de fútbol en la ciudad. Destilaba licor, pero fútbol en exceso era su especialidad.
“También recuerdo a Jaime Tobón de La Roche, estuvo Pacheco, Floro Rodríguez, ‘Chema’ Méndez, Ulises Terra, ‘Calonga’, Retamozo, Felipe Marino, ‘Lanza’, el ‘Pibe’ Ortega, Larráz, Contreras. Recuerdo mucho a ‘Colonga’, un virtuoso del fútbol.
Estuvo ‘Espada’, un mediocampista muy bueno también”, recrea Efraín Elías.
De José Manuel Moreno, ‘el Caimán guarda “ese recuerdo imperecedero de un gran amigo, de un gran técnico, de una estrella del fútbol”, un jugador y técnico determinante en los dos primeros títulos del equipo ‘Rojo’.
“A Medellín le agradezco por haberme permitido ser una de las estrellas de los jugadores que conquistamos las estrellas de 1955 y 1957. Del Medellín tengo fotos, fotografías tengo por todos lados”, añade el ‘Caimán’, que gracias a Coldeportes se mantiene vigente, pues es instructor deportivo de esa institución. Efraín Elías dirigió la Selección Colombia, Millonarios, Caldas, Medellín.
“Es una grata sorpresa esta actuación que ha cumplido Leonel”, confirma Efraín, pues no duda en felicitar todo el plantel de jugadores, sin dejar de aconsejar al entrenador del Rojo: “le quiero decir que no se desespere, que las cosas van llegando paulatinamente a medida que va avanzando en experiencia y en los objetivos que él tiene convenientes”, concluye el mítico ‘Caimán’ que se fue de Barranquilla y vive en Bogotá desde 1975.