jueves, 15 de octubre de 2009

LA SONRISA DE LAS HISTORIAS


Juan Camilo Gallego Castro
jcamilogallego@gmail.com

La pasión nació muy temprano. Cuando tenía uso de razón, Juancho’ en su intención de influir en los gustos de su hijo, ya me llevaba a ver todos los partidos de nuestro equipo. No eran dioses de la televisión, mucho menos autografiaban camisetas. Me daban la mano, los saludaba, les gritaba, eran nuestros, muy nuestros. Ellos representaban a un pueblo llamado Guarne, muy cerca de Medellín, y por ellos me apasioné por el fútbol y de ahí en adelante la pasión por el deporte se desbordó por ser una de esas personas que escribía en los periódicos o hablaba en la radio o la televisión. Alfredo Molano y Germán Castro Caycedo fueron mis primeras experiencias por gusto frente a la escritura. Quiero escribir historias como ellos me dije en el colegio. Seis años más tarde comprobaría que había sido la mejor elección perseguir las historias a través del periodismo. Me imaginé el gol más largo del mundo de Osvaldo Soriano, navegué entre las comparaciones del Real Madrid y Barcelona con Juan Villoro. Asistí a la iglesia con más adeptos del mundo, esa me la mostró Manuel Vásquez Montalbán. Eduardo Sacheri me narró los cuentos de fútbol más bonitos que había leído en poco más de 21 años. Pero Roberto Fontanarrosa me hizo reír hasta no poder, ahí comprendí que las historias también deben tener humor, mucho humor. Una sonrisa era lo más bonito de alguien que me leía, una sonrisa se había convertido en mi objetivo cuando me sentaba a escribir en una sala de redacción o a narrar a través de un micrófono. Con una sonrisa he navegado muchos años, aunque en el camino se han cruzado varios obstáculos.
Ángulo Deportivo, así se llama el programa radial en el que iniciaron las ilusiones y las decepciones. Allí comprendí que el objetivo era buscar y utilizar una manera diferente de contar, de ilustrar y de informar. En una cabina, que no superaba los dos metros de ancho por tres de largo, descubrí que la radio era mágica. Era una noche de cuentos en la cama, escuchando a mi papá leerlos y obteniendo en mí la imaginación. La radio pelea con la imagen, porque al escuchar se sueña y se fabrica una realidad paralela a la de un campo deportivo. Y eso buscaba. Luego de más de dos años de hacer un noticiero deportivo, emprendí una hazaña, un sueño que buscaba el periodismo alterno, o por lo menos quería rescatar aquellos elementos del periodismo que los ‘empíricos’ habían olvidado y dejado en un baúl. Aquellos personajes, marcados por la publicidad y la venta de productos, se dedicaron a narrar promociones que a buscar la imaginación de los radioescuchas.
Se olvidaron de los perfiles y las crónicas, dejaron atrás la historia y se preocuparon por el presente. Acogieron los gritos, las burlas, los regaños y algunos se atrevieron a decir que sus comentarios no influían en la violencia en los estadios, cuando eran ellos los que agitaban las masas después de un partido. Los que acusaban, señalaban e insultaban sin medir el resultado de esa irresponsabilidad. ¿Y ellos son los verdaderos periodistas del país porque todos los escuchan?
Emprendí mi proyecto, soñé con unas transmisiones deportivas con un grupo de amigos. Y se cumplió. En más de un año entendimos que era posible y que la ‘independencia’ la buscábamos nosotros, la narración alterna la encontramos y soñamos con un equipo marcado por los problemas económicos, pero rico en jugadores que como nosotros querían dar lo mejor de sí. Con el Deportivo Rionegro, un equipo de segunda división, nos empapamos de periodismo. Era obligación hacer una crónica o un perfil de cada jugador. Todo pasó a ser innato y se convirtió en un ejemplo para los compañeros de la academia.
Periodista que no sepa escribir no es periodista. Es una de las ideas que siempre tuve. En las letras se marca la diferencia, porque en la radio entendí que hablar era fácil para todos, pero escribir no lo era. Ya quería estar en la prensa escrita y cumplí mi objetivo de ingresar a una sala de redacción. En las páginas del periódico El Mundo, de Medellín, emprendí el objetivo de escribir historias que tuvieran el hecho informativo como un pretexto para describir las sensaciones, los pensamientos y los sueños de los deportistas. Ahí estaba la sonrisa, en una violación al día-día informativo del periodismo.
Aunque pretendo encontrar la independencia frente a un medio de comunicación, quiero llegar a un clímax narrativo que me permita dar a las palabras la brillantez de los sueños y la minuciosidad de los detalles. Describir a ‘Kid’ Pambelé con la misma sencillez y calidad narrativa de Alberto Salcedo, así como tener la misma emoción y tensión al contar la experiencia en los conflictos africanos como lo hizo Kapuscinski.